Han pasado ya casi dos años desde
mis últimas palabras perdidas aquí. Quizás es que no ha sucedido nada que se
deba perder con el recuerdo o puede que hayan sido tantas las cosas perdidas
que mis dedos han optado por rescindirlas.
Sea como fuere, me acuerdo de
aquella última reflexión en la que afirmaba la falsedad del mar pues con marea
alta creíamos conocer lo que pisábamos dada su agua cristalina y sin embargo,
una vez que esta bajaba, contemplábamos la flaqueza de éste al hundirse bajo
nuestros pies.
Y sí, después de estos años sigo
pensando lo mismo. No somos más que personas que muestran ser lo que no somos.
Y así es como he topado. Como arena en la orilla del mar.
Durante dos años contemplé a una
cigüeña que quería volar y emigrar, más
no lo hacía pues tenía un ala rota. Su instinto la lleva a huir de los grandes
cambios climáticos en busca de un verano cálido y con gran abundancia de
alimento, pero ella no podía. Frío, mucho frío en un nido helado que a veces se
derretía y se aguaba. Hambre. Falta del alimento tan abstracto que ayuda a
cualquiera a sobrevivir. Doce mil kilómetros son capaces de recorrer sus
compañeras en busca de un hábitat confortable, también llamado felicidad. Y
ella era incapaz por su fractura.
En estos momentos, miro a la
izquierda de mi lecho y la sigo contemplando en la distancia. Creo que se está quedando
ciega pues no ha podido ver mucho en
todo este tiempo. Apenas come, pues no hay sustento que sacie su hambre, su
anhelo. La fría noche inunda su nido en el que se encuentra tiritando pues no
hay ala alguna que la abrigue ni cigüeña que cure su herida.
Me pregunto si algún día se curará
y emigrará al norte de África en busca de la felicidad y del tiempo que un día
con su ala dañada perdió. Me pregunto si alguien la sanará para ser capaz de
volver a volar.
Creo que tengo que limpiar el
espejo…últimamente está tan sucio que ni veo.
#alaperdida #palabrasperdidas
#tiempoperdido