lunes, 2 de diciembre de 2013

Palabras perdidas en mi voz

Por una vez yo.

“Pasear. Aproximación. Atracción. Acercarse. Escuchar únicamente las olas rompiendo en la orilla. Observar. Llegan con fuerza, alzándose sobre la superficie horizontal y cuando están cerca...se debilitan, caen, retroceden y desaparecen. Así es la vida. La ilusión con la que se afronta nuevos retos hace que uno se crezca. La hormiga se convierte en león y se alza sobre cualquier situación adversa. Sin embargo, según avanzamos, cuando el viento hiere a la ola, perdemos la ilusión en lo que hacemos. El miedo, la monotonía, el cansancio, la falta de templanza o de paciencia se apoderan de nosotros y cuando llegamos a la meta, la orilla, nos derrumbamos. Perdemos. Nos diluimos en un mar de sueños y el fracaso y falta de lucha nos arrastra. Cobardía. Nos lleva. Sin embargo, hay olas que retroceden, cogen impulso y vuelven a la orilla con más agresividad. Resucitar con más fuerza. Pues bien, la vida es una ola que nos trae y nos lleva. Nos eleva y nos tira. Nos empuja y nos arrastra. La vida es un resurgir: empujar, acercarse, romper ,caer, volver atrás, impulsarse y empujar con más fuerza, aspirar a lo más alto y llegar a la orilla. La meta”.
12 de octubre de 2013 -La cabeza de BVL. Paseo marítimo A Coruña.


Hablar de la vida, intentar dar lecciones. Hablar de lo que realmente uno piensa pero no hace. Perdón. Rectificar. Repetir. 

Repito. Rectifico. Perdonadme. Hablo realmente de lo que yo pienso pero no hago. Intento dar lecciones. Hablo de la vida.

Ahora si.

¿Qué es la vida? No lo sé. Siempre estoy hablando de ella como si yo fuese una especie de oráculo de la razón y la coherencia. Mas yo no soy más que vida y la vida es incoherencia y necedad.

Aproximación. Atracción. Acercarse. Escuchar únicamente las olas…No. He mentido cuando hube escrito eso. Yo no escucho olas, sino que me bombardean terremotos, miedos, bombas, guerras, pobreza, violencia…O directamente no escucho. Decía Gracián que no hay peor sordo que el que no puede oír; pero hay otro peor, aquél que por una oreja le entra y por otra se le va. Y desgraciadamente oímos todo y no escuchamos lo que nos conviene.

La vida da golpes duros. Muy duros. Son lo suficientemente jodidos como para dejar de llorar, al menos un tiempo, por cualquier cosa. Al fin y al cabo sólo existen unas pocas cosas importantes en la vida.

Todo el mundo dice sufrir golpes muy duros. Pobres. Que desgraciados. Víctimas de las penas y el dolor. ¿Te has quedado sin Barbie?. Creemos que las olas que nos llevan consigo son las más devastadoras que puedan existir en ese mar. Pero, ¿y qué pasa si visitas otro mar? Igual es peor y empuja y arrastra sin piedad alguna.

Por una vez, soy yo.
No sé si he vivido los reveses más injustos y crueles de todos los mares, ni del mío. Ni siquiera del riachuelo que pasa por detrás de mi casa. No lo sé. Sé que no son más que los de aquellos con los que me cruzo todos los días hurgando en contenedores en busca de algún alimento. Sé que no son tan abusivos como ver a niños del tercer mundo trabajando a cuarenta grados y sacando fuerza de un cuerpo tan delgado como el de una lámina de carpintería de acero. Sé que no son más penosos que los de aquellos que viven en el engaño día tras día. Sin embargo, son las olas que me arrastraron, me trajeron y me volvieron a llevar a lo largo de la vida.

Por una vez, esta soy yo.

Seré sincera y me dejaré de filosofías y palabras bien encadenadas. Mis olas me han convertido en quien soy. Una persona perseverante, humilde, trabajadora, maniática, impaciente a la vez de paciente, fría y al mismo tiempo temperamental, contenida, confiada y desconfiada, segura e insegura, fácil de enfadar, muy inteligente en muchas cosas y tonta en lo más elemental: la vida. Pero sobretodo soy lucha. 

Para mí no hay tiempo perdido cuando se convierte lo malo en bueno. Cuando esas olas que te tiran y te hunden las conviertes en dulces caricias. He aprendido en veinte años mucho, ¡y lo que me queda por aprender!, a una velocidad superior a la versión del Kimi más rápido de 2005. Lo malo lo he exprimido y lo he intentado convertir en bueno. Me gusta aprender y por ello siempre he intentado sacar lecciones. Volver atrás, impulsarse y empujar con más fuerza, aspirar a lo más alto y llegar a la orilla. Creo que debería escribir más, pero perdería parte de mi esencia: soy quién soy por demostrar como soy y no por hablar de ello.

Las experiencias vividas, las olas, son las que nos hacen crecer. Unos antes y otros después.

La peor ola que ha azotado mi vida…es la mejor ola que un surfero jamás pueda coger.




Palabras perdidas en mi...voz

martes, 19 de noviembre de 2013

Crecer, caer...¿tiempo perdido? No cuando te levantas de nuevo

“No sé muy bien quién soy ni dónde estoy, menos aún para qué. Todo lo que conozco de la vida vino por sorpresa, pero no me quejaré nunca de todo lo que aprendí y a veces me enriqueció. Vengo de un largo viaje que culminará con la madurez, hija de la desesperanza y los sueños rotos, pero que nunca dejará de intentar ser Soy real. Soy como tú. Por eso puedes identificarte con lo que escribo.”

Un día, una buena amiga mía escribió estas palabras que jamás olvidaré. Quedó grabado en mi mente, cómo inscrito está el nombre de las estrellas de Hollywood en su placa del Paseo de la fama.

Hay momentos en la vida, en el que no sabes quién eres, quién fuiste, y por supuesto, quién serás. No sabes dónde estás, si en el principio del fin o en el final del principio. Es una espiral infinita, que te atrae como un imán, que no te deja escapar y acabas sintiéndote cómo cuando con diez años te preguntas “de dónde nace el Universo? Del Big Bang. Pero, y de dónde sale el Big Bang? De una explosión de ciertos materiales. Pero y esos materiales, cómo aparecieron?” Y así continuamente hasta acabar en un laberinto de preguntas sin una respuesta final.

Cuando tienes diez años piensas que los problemas son para los mayores. Crees que quizás puedas escapar de la muerte y vivir eternamente. Sostienes la idea de que tu vida será un camino de rosas. Imaginas que vivirás en una mansión con una piscina de 50 metros, caballos, muchos animales, un Ferrari descapotable, un jardinero, una asistenta y una familia con la que eres completamente feliz. Pero, ya a esa edad caes en la cuenta de que no vivirás eternamente. La gente muere, todos, uno a uno, y tú, tú también lo harás. Quizás sea ahí cuando tu madurez real comienza. Te das cuenta de que irás evolucionando y que no siempre tendrás todo aquello que deseas y que gente como Kimi Räikkönen, Bratt Pit o Angelina Jolie ostentan tranquilamente. Sin esfuerzos.
A partir de ese momento es cuando las preguntas acerca de tu vida y de la de los que te rodean nacen de la alborada de tu existencia. Dudas de que tus padres sean realmente tus padres. Quizás sólo sean actores que interpretan un rol. Temes vivir cuando duermes y yacer cuando vives. Te espanta la idea de que la gente sea capaz de leer tus pensamientos o de no alcanzar la vida de Kimi, Bratt o Angelina porque ves en los telediarios continuamente cómo niños negritos subsisten en la absoluta y rotunda miseria. Entonces ya no crees que serás ese niño cuyo futuro será perfecto. Luego te planteas, quién eres y a qué aspiras.

Creces. Pasas de medir un metro, a medir uno cincuenta, un metro sesenta,… Pones una cruz, tachando una vida eterna y perfecta y progresas interiormente en una vida real y consciente. Tu cuerpo comienza a anchar y con ello también anchan tus perspectivas e inteligencia, tu yo. De la figura que te hace ser algo material se desarrollan nuevas partes que nunca antes habías visto. Algo así pasa con tus pensamientos. Cavilas en quedar con otra gente y conocer. Piensas en tener relaciones más que de amistad. Reflexionas sobre la traición, pérdida de tus seres queridos, enfermedades,… Antes sólo te preocupabas de si tenías más o menos coches con los que jugar o de si siguen echando los Teletubbies en la televisión.

Y así creces, sabiendo quién eres en cada momento de tu desarrollo y sabiendo cuál fue tu pasado. Proyectas un futuro a partir de tus estudios. Cruzas el camino de “Quiero ser veterinario! No! Mejor, astronauta! No,no! Bombero! O profesor?” llegando a la estación que te dice “quiero ser esto, porque realmente es lo que me hace feliz y a partir del cual conseguiré tener un futuro próspero y seguro”. Todo va bien. Eres una versión con más recorrido por la vida de ese niño inocente, bonito y juguetón. Pero en algún momento, antes o después, hay algo que sale mal. Hay algo que te marca. Hay algo que te hace cambiar por completo. Es una piedra en el camino que necesitas apartar de él una vez que tropiezas con él y consigues levantarte. Ese guijarro hace que pierdas por completo la noción de tu personalidad. No tienes ni idea de quién eres y quién serás. No sabes dónde estás ni a dónde vas. A veces, hasta consigue que olvides quién fuiste un día. Es mala y cruel la piedra. Te sientes cómo un tarro de nocilla entre las manos de un niño: sin nocilla, vacío. Aprendiste cosas que te enseñaron mucho pero ¿y de qué sirve en esos momentos? De qué te sirvió cultivarte si has cometido errores. Sólo tienes ganas de estar sólo. Te preguntas y preguntas quién narices eres. En quién demonios te has convertido. Por qué no vuelve a ser todo como antes. Te machacas una y otra vez entre tantos interrogantes recostado sobre la cama, escuchando música, a la luz de la luna, mirando el ocaso en la playa,… de mil formas pero con el mismo final sin solución a todas esas cuestiones. 

Quizás un día lo consigas superar pero necesitas la ayuda de alguien y tu propia ayuda. Sobretodo esta última. Un fumador sabe que fumar es malo pero no lo deja porque no está concienciado de parar. Todo el mundo es capaz, hasta el más tonto. Miras antiguas fotografías, buscándote. Pero, no eres el mismo. Fíjate, ya no tienes la misma cara, no mides lo mismo y tu sonrisa… ya no es tan amplia. ¿Qué ha cambiado? Sigues intrigado examinando cada una de esas imágenes y ves poco a poco lo que ha cambiado. Te acabarás encontrando. Acabarás sabiendo quién eres y a lo que aspiras. Te darás cuenta que no valió la pena haberte hecho todas esas preguntas que alimentaban al monstruo del vacío. Lucharás por seguir adelante. Por labrarte un buen futuro. Te pesará mil veces en la vida. Te encontrarás mil piedras en tu camino. Será una montaña rusa de emociones, pero búscate siempre al final del túnel. Sí, quizás nunca llegues a tener la mansión de Bill Gates, pero, y eso qué más da? Sólo te debe importar ser feliz, sea en lo que sea. Quizás no tengas los amigos que tiene Paris Hilton, pero serán tus amigos, justos y necesarios. Quizás no puedas cobrar lo que cobra Tiger Woods, pero y qué? Quizás tu familia no sea la mejor, pero siempre será tu familia y la querrás. Qué importa! Quizás seas una gran persona o realmente perverso y cruel, pero eres tú y lo sabes. Lo que importa es tener conocimiento de quién eres, de dónde vienes y a dónde vas.
No hay tiempo perdido ni palabras perdidas cuando se vive en la realidad.

Ni Dorian ni Hyde

Nadie podrá ser Dorian Gray eternamente. Ni tampoco María Teresa de Calcuta...

Con el tiempo mis cabellos serán la nieve que recubre los Alpes, mi racionalidad un tubo de escape, mi tenacidad plastilina oxidada,... Mis pensamientos ya son negros y mis sueños están gastados como mis vaqueros. Mi memoria está saturada, necesita ser desfragmentada como el disco duro de mi portátil. Las vísceras que impulsan la sangre por mi cuerpo son hierro puro. Mi yo derribó sin piedad a soldaditos de plomo que quisieron batallar y a ese par de pequeñas figuritas que no quise abatir no les interesaba argüir o eso creo. Pero y qué más dará? Tanto tiene que la gente quiera ser el pobre y desgraciado Patito Feo del cuento o la buena e inocente Cenicienta y tú seas la malvada madre de Patito feo o la horrible y cruel madrastra de la Cenicienta. ¿Qué más dará?. Qué importa si eres Mister Hyde, un monstruo al que nada le conmueve. No lo apena herir a la gente, destrozar los muebles,... Ser como las brujas de la magnífica obra de Shakespeare, Macbeth. Los Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet. La mujer de piedra sin acabar de Bécquer o la viciosa Melibea. ¿Y qué más dará? No importa que sobre el espejo se refleje la imagen de una serpiente o de una sanguijuela. En toda película a cada actor se le atribuye un rol que debe interpretar mas puede sentirse o no identificado. Hay quién representa al chico perfecto: inteligente, bueno, rico y sexy. También encontramos el papel de chica inteligente, guapa, sensible,... como Joey de la olvidada Dawson Creek. El chico que suspende, viste de negro y pasa de todo. La típica sufridora y que ayuda a todo el mundo, como Belén Rueda en Mar adentro. El chulo potente del grupo que salva al mundo gracias a sus magníficos músculos, como James Bond. El mundialmente conocido como: friky, como los de Di que si. La niña rica que va de mosquita muerta como Elizabeth Swann. Algunos actores quizás sean así en su vida, otros no. Lo que pretendo expresar y arrancar como el catarro que tengo en mi garganta ahora mismo es que desarrollar el rol de un personaje “no bueno” no incomoda. ¿Qué más dará? Todo el mundo elige los papeles protagonistas de los héroes o de los que causan pena y van de víctimas, pero a mi no me importa ser un antihéroe, ser el Duende Verde, el doctor Octopus, Sempronio, Mister Hyde y no Spiderman, Mary Jane, Marianela, Rose Dewitt,...¿Qué más dará? No me desagrada interpretar el papel de alguien que es tan difícil de conocer como complicado es analizar la filosofía. Me atrae la idea de ser como Juana la loca desde el momento en el que su hija pequeña la abandonó. ¿Qué más dará? Qué más dará aparentar estar chalada y bajo la imagen de una delgada y frágil silueta. ¿Qué importa? ¿Qué más dará? Qué importa que en el fondo esté tan consumida como la colilla de un cigarro que lleva tiempo sin ser fumado, que no pueda conciliar el sueño y cuando lo consigo sólo me sumerjo en los dos mismos sueños de todas las noches que me llevan a pensar en el cuento del Soldadito de plomo del que hablé al principio. Es el papel que me tocó interpretar!
Hay un cuadro de Van Gogh que me impresionó cuando aún mis dientes no estaban maduros. Sobre los lienzos se ve la calle estrecha de una ciudad. Solitaria. Las sombras caen con un ángulo de setenta grados sobre el suelo. Al fondo, un hierro apoyado sobre una pared. La oscuridad lo impide contemplar con claridad pero yo diría que estaba oxidado. ¿Por qué añadió un hierro a una obra que pretende mostrar la soledad de la noche? ¿Por qué esa disposición? ¿Por qué esos ángulos? Sólo yo sé lo que quiero decir con esto y realmente después de años he descubierto porqué ese metal ahí.
Cuando tenía ocho años encontré entre los libros un fragmento de Bécquer, de una obra que jamás pudo acabar porque murió. Desde entonces lo continúo recordando:

“Si pintara paisajes, los pintaría sin figuras. Me gustan las ideas peregrinas que resbalan sin dejar huella por las inteligencias de los hombres positivistas, como una gota de agua sobre un tablero de mármol. En las ciudades que visito busco las calles estrechas y solitarias: en los edificios que recorro los rincones oscuros y los ángulos de los patios interiores donde crece la yerba, y la humedad enriquece con sus manchas de color verdoso la tostada tinta del muro; en las mujeres que me causan impresión, algo de misterioso que creo traslucir confusamente en el fondo de sus pupilas, como el resplandor incierto de una lámpara que arde ignorada en el santuario de su corazón, sin que nadie sospeche su existencia; hasta en las flores de un mismo arbusto creo encontrar algo de más pudoroso y excitante en la que se esconde entre las hojas y allí, oculta, llena de perfume el aire sin que la profanen las miradas. Encuentro en todo ello algo de la virginidad de los sentimientos y de las cosas.
Esta pronunciada afición degenera a veces en extravagancia y sólo teniéndola en cuenta podrá comprenderse la historia que voy a referir.”
Cada uno tiene un papel que debe interpretar. Cuando sales al escenario o te pones ante las cámaras todo el mundo verá ese personaje, no te verá a ti. Si en ese momento te acompañan al espejo verán a esa serpiente, perro, caballo, gallo,... lo que quieras mostrar, pero en el momento en el que sólo el silencio de un cuarto vacío te acompañe ahí será cuando tú puedas verte en realidad: como todo el mundo te ve o como únicamente tú. Serpiente o hormiga. León o galina.

lunes, 29 de julio de 2013

Tiempo cronometrado. Perdido.

“El tiempo es la moneda de tu vida. Tú debes gastarla. No dejes que otros la gasten por ti.” Carl Sandburg algún día  reflexionó sobre el tiempo sacando esta conclusión. Pero, ¿qué es el tiempo? Una duración. ¿Y cuánto dura? ¿Quién es capaz de resolver esa pregunta?

Probablemente sea el tiempo una de los tesoros más valiosos que se presenta a lo largo de nuestra vida. “El tiempo es oro”. Es algo que no escogemos libremente. Viene impuesto al nacer y se esfuma al morir.

Nacemos y no es nuestro corazón el que marca el tiempo. Creo más bien que son los ojos. A lo largo de éste los ojos presencian millones de situaciones, vivencias: buenas, malas, agradables, desagradables, tristes, felices, complicadas, fáciles de llevar, comprometedoras, rompedoras, duras, juiciosas, insensatas, desafortunadas, lujuriosas,… El tiempo está cronometrado. Todos y cada uno de nosotros nace con un tiempo determinado en el que sucederán cosas que marcarán su vida.

Dicen que con el tiempo uno se hace maduro y responsable. No lo creo. Es la experiencia de lo vivido la que la confiere. El tiempo, simplemente, es un tesoro que se pierde. Palabras perdidas.

¿Amistad y tiempo? Según creces y trascurren los años llegan amigos. Algunos, la mayoría, simplemente hacen un trasbordo en tu vida. Otros, apareciendo antes o después, deciden quedarse a tu lado el resto de la vida. El tiempo muestra quienes son los verdaderos compañeros. Algunos pudieron alejarse un tiempo. Otros, se diluyen. “Seremos amigos para toda la vida”. Palabras perdidas. Con el tiempo, valoras la importancia de la amistad ya que la experiencia te mostrará la falsedad y traición de las personas a las que creías tus amigos. Un amigo, como el tiempo, es un tesoro. 

¿Amor, tiempo? Llega un día en el que nos enamoramos. Lo entregamos todo. Nos desvivimos por esa persona. Todo es perfecto al principio pero con el tiempo aparecen los problemas, las discursiones… Quizás, cuando lo pierdes y con el tiempo, te das cuenta de lo mucho que valía esa persona. Quizás, sea demasiado tarde para recuperarla. El tiempo sanará las heridas. Heridas cicatrizadas con hielo. Heridas en forma de coraza. Vendrán otros amores. Unos mejores, otros peores. Aventuras. Palabras perdidas.

Sea como sea, el tiempo varía su significado a lo largo de la vida. Unas veces es breve, casi efímero mientras que otras es eterno. Las cosas cambian en un segundo, diez minutos, un día, una semana, un mes, un año,… El tiempo te dará alegrías y decepciones. Te entregará amigos y familia y te los llevará, incluso los enterrará. El tiempo te entregará éxito, enfermedad y ruina. Convertir la línea infeliz de la boca en una amplia sonrisa puede llevarse a cabo en apenas segundos.  Tener una idea de vida y de pronto otra sucede en pocas semanas o días, quién sabe.

El tiempo es tu moneda, tu ticket de la vida así que gástalo tú. Perdona en segundos. Besa. Olvida. Llora. Lucha. Ríe…

…pasar de la vida a la muerte se hace en apenas segundos, descarrilando la vida.


Tiempo perdido. Palabras perdidas.



domingo, 14 de abril de 2013

Majareta


“Se despertó temblando, con sudores fríos y con un corazón que marcaba un ritmo agotador,devastador. Sus pupilas dilatadas, la boca seca, el pelo revuelto y sus labios desprendían monosílabos -no,no,no-. El miedo había atormentado sus sueños y abrumado su despertar.”

El mayor enemigo del hombre es el miedo. La mayor parte de las veces provocado por la inseguridad e infundado en pequeñas enajenaciones mentales, que se sirven en bolsitas de té.

Cuando el terror se apodera de ti, el titubeo cerebral de la realidad y el pánico a perder lo que se quiere, estás solo amigo.

Puede que no seas tú el demente, el chiflado. ¿Quién te ha dicho que no sea tuya la verdad? Ésta no viene impuesta por mayorías, viene impuesta por lógicas y encajado de piezas.  Algunos filósofos enunciaban que la verdad era sinónimo de mayoría. El mundo está lleno de filósofos (personas que piensan, pensadores). Sin embargo, ¿quién piensa? Nadie.

El loco llega a la evidencia, como Sócrates. Llamarlo loco es un acierto, era un sabio que deliró cuando nadie lo creyó. Su realidad y justificación fueron palabras perdidas en un mundo de insensatos.
Palabras perdidas.


lunes, 25 de febrero de 2013

Palabras perdidas, dinero perdido, hogar perdido


Tiene frío, mucho frío. La temperatura de su cuerpo es gélida. Su mirada… perdida, quizás pretendía que los bricks de vino calentasen su sangre. Pero,sin embargo, sólo ha llegado a sus ojos esa intención, la pretensión de olvidar su día a día, su tiritar, su olor…Su olor ya no se llama aroma, se apellida hedor. ¿El nombre de su perfume? “Eau de vino y suciedad”.  Sobre sus piernas descansa un perro sucio, no tanto como él, que come los pequeños trocitos de pan de la mano de Hedor...  

Los que estamos con un ordenador entre las manos en estos momentos podemos decir que somos bienaventurados.  

Hoy te has levantado de tu cama, caliente por la calefacción, te has duchado con agua caliente. Te secas con la toalla, te arrancas la etiqueta de tu nuevo jersey, te vistes. Posteriormente, acudes a la cocina dónde tomas un cortado templado y mojas el croissant. Sales. Coges las llaves del coche o la tarjeta del bus y cierras la puerta.  Montas en el vehículo y, qué suerte, te diriges hacia el trabajo o a la universidad. Echas allí toda la mañana quejándote. Al mediodía comes y tienes el valor y la desfachatez de no acabarte todo lo que había en el plato (si te viese Christian Grey ten por seguro que te azotaría por no haber comido todo que se presentó ante ti). A la tarde trabajas, ves la tele, vas de compras. Vuelves, cenas. De nuevo dejas lo que no quieres en el cuenco. Ves la tele, follas con tu pareja, folla-amigo o desconocido y duermes hasta la mañana siguiente.

 Pobre, tu vida es aburrida y monótona.  “Ojala pudiese levantarme, asomarme a la ventana y ver Nueva York desde lo alto de un rascacielos; ojala pudiese comer todos los días langosta,nécoras y bogavante del norte;  ojala no fuese hoy lunes y tuviese que trabajar; ojala me hubiese comprado otra camiseta porque esta me hace pocas tetas; ojala hubiese otra cosa que comer ya que detesto las espinacas; ojala pudiese comprarme un BMW serie 4 Coupé” (que pena que Christian Grey no fuese tu novio y no te regale un Audi A3  y venda ese Escarabajo asqueroso). Eso es todo lo que pensamos a lo largo del día, todo lo que hacemos y sinceramente, me avergüenzo de mi misma por realizar todas esas acciones y tener esas ideas tan capitalistas y egoístas. Quién lo niegue, está mintiendo. Puedes ser María Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, una especie de “misionero”, pero tristemente sólo por unos minutos a lo largo de tu codiciosa y ambiciosa vida.

Contaré tu día observado desde otro punto de vista. Tras montar en el vehículo, ya sea bus o coche, y encaminas la dirección de tu cuerpo a su destino podrás advertir por el cristal de la ventanilla que hay una mujer que busca algo en un contenedor acompañada de un carrito y un niño sucio,que apenas está abrigado  en pleno  invierno, que la acompaña. Unos metros más adelante, contempla lo que está sucediendo a tu izquierda: un grupo de gente con esa colonia llamada “Hedor” se reúne alrededor de una marquesina y beben bricks de vino mientras discuten acerca de quién dormirá hoy en aquel albergue.  Cuando llegas a tu destino, bajas y ves a un señor al que le falta una pierna suplicando un pequeño aguinaldo, quizás la décima parte de lo que te gastaste en esas innecesarias Vans las utilizaría él mejor en algo llamado alimentos, quizás te suene. Continúas sin darle nada “ya le dará otro”. Sales. Acudes al supermercado. Allí te encuentras a la típica señora con  pañuelo en la cabeza y una foto de sus tres hijos “Soy extrajera. Tengo una familia y no tengo trabajo. Una ayuda por favor”. Piensas “¡qué cuentista! En vez de estar aquí podría estar buscando un empleo”. Pues bien, no todo el mundo corre la misma suerte que tú. Hoy estás en tu casa, leyendo esto mientras tu cuerpo es rodeado por el calor de la calefacción y la lluvia la ves pero no la sientes sobre tu pelo caer.  Quizás mañana estés en la calle, acompañado de una maleta, una mochila, un perro y un brick de vino.

Es increíble como en esta sociedad en la que estamos inmersos nadie mueva un dedo por ayudar a esas personas.  Me siento abatida cada vez que espero por el bus en una marquesina para ir al centro comercial a comprar algo nuevo (e innecesario) y a mi vera se hallan un montón de personas ebrias, intentando olvidar las penas con alcohol, pasando frío, arropándose con un cartón. Contemplo, y en el momento en el que prefieren compartir su comida con los demás o con su mascota, entonces no logro eludir las ganas de que mis ojos se inunden de un brillo apagado, casi como el que ellos muestran cuando me miran. No puedo evitar entornar los ojos, librarme de que mi garganta se anude como mis zapatillas y que mi cabeza se culpe por todo lo que hago de forma codiciosa. Todo esto me abruma. Miro a cada uno de ellos.

El más cercano a mí parece sentirse incómodo, como si fuese algo nuevo para él. Probablemente, con la crisis, se haya quedado primero sin trabajo y después sin casa. Está relativamente limpio aún, sus gafas un poco sucias y puedo leer “Ray-Ban”en una de sus patillas. Ese chico lo tuvo todo como yo, como tú, y ahora mira dónde está. Lleva dos maletas de marca, bastante grandes, una mochila y un perro. Va bien vestido. ¿Dónde está su familia? ¿Quizás estén como él en otra marquesina? Tan sólo la idea de pensarlo me vence por completo. Ese chico hace un par de meses estaba como yo y yo sólo hago gastar en cosas innecesarias y quejarme de lo que como.

Los dos que lo siguen llevan una indumentaria más desaseada, uno lleva mochila y el otro un brick de vino y una empanadilla. Sus miradas están consumidas, ayudadas también por los porros en los que se han gastado el poco dinero que tenían y a saber que otras substancias más habitan en su cuerpo. Comparten la empanadilla. Un señor corpulento y bajito lleva un palo y les pide con un tono amenazador la empanadilla, se niegan y comienzan a discutir. Siento mucha pena de que estén disputando por un trozo de comida y siento muchísima aflicción porque no se les pueda entender ya ni lo que hablan… El chico Ray-Ban se fue. Sólo quedan ellos tres. Una  mujer de unos 30 años, demasiado delgada, con la cara chupada  se detiene al lado con su perro “Hijos de puta. Dadle de jalar a mi perro que se muere de hambre. Mi vida es una mierda, mi vida está perdida, mi chollo perdido y mis palabras, con el mazo fumao que traigo, están perdidas”.

Quizás algún día tus nuevas Vans, la nueva camiseta, el Iphone se conviertan en dinero perdido, quizás hables recuerdes tu empleo como trabajo perdido, tu casita con calefacción un hogar perdido y las palabras de “que afortunado soy” también pasen a ser palabras perdidas.



viernes, 22 de febrero de 2013

Palabras perdidas

...escribir. Borrar. Volver a escribir y borrar hasta llegar a borrar. Lo que no se puede borrar son los cortes del río rojo, ni los cortes de la cáscara que envuelve la mesura de la patata. Los presos reinciden y en la prisión encuentran la soledad donde observan en ese lado del espacio la lluvia caer...


A la gente le gusta sentir. Sea lo que sea. Una vez escribió Virginia Woolf. ¿Cómo vamos a desear sentir en abstracto, cuando sabemos que algunos sentimientos son terribles, crueles, perversos o insoportables? Pues así es. Nos morimos de amor, nos morimos de pena, nos morimos de miedo, nos morimos de aburrimiento, y, a pesar de la eficacia letal de nuestros afectos, la anestesia afectiva nos da pavor. Somos inteligencias emocionales. Nada nos interesa más que los sentimientos, porque en ellos consiste la felicidad o la desdicha. No sirve de nada decir que lo que más te importa son tus seres queridos, en realidad no te importan ellos, te importan los sentimientos hacia ellos. No importa que digas “para mi lo más importante es el dinero”; en realidad tienes un sentimiento de avaricia. Actuamos para mantener un estado de ánimo, para cambiarlo, para conseguirlo. Son lo más íntimo a nosotros y lo más ajeno. No sentimos lo que querríamos sentir. Somos depresivos cuando quisiéramos ser alegres. Nos reconcomen las envidias, los miedos, los celos, la desesperanza. Desearíamos ser generosos, valientes, tener sentido del humor, vivir amores intensos, librarnos del aburrimiento, plantar cara a lo que temes,... pero nos zarandean emociones imprevistas o indeseadas. Incluso un sentimiento tan tranquilo como la calma, nos «invade». Se apiada de nosotros el rencor y nos nubla. No logramos sobrellevarlo. La melancolía, el enfado, o simplemente el amor. Otras veces, camuflamos los sentimientos como lo haría un camaleón para sobrevivir, nos engañamos hablando de  una sensación cuando en realidad experimentamos la más antagónica posible. A veces se apiada de nosotros la ira y el dolor y nos conduce por una carretera despoblada con baches y curvas. En otras ocasiones la alegría se desborda de nuestro embalse, creemos gozar de la felicidad suprema y quizás, en vez de vivir en la misma ciudad de siempre y con la misma gente, fantaseamos estar en Hollywood. Hasta podemos enamorarnos.Es inverosímil. De la vida, de las personas, del trabajo. Y ahora me pregunto yo, hay algún momento en la vida que no se sienta algo? Somos, como diría Antonio Lobato de Kimi Räikkönen, ¿amebas insensibles? En realidad la insensibilidad se podría definir como un sentimiento, a si que es mejor emplear otra expresión, pero, ¿es posible realizar una pregunta acerca de si una persona alguna vez no ha sentido sin emplear el campo semántico de “sentimiento”? Un sentimiento es la alegría, la tristeza, el dolor, el amor, el interés material, el desinterés material. Un sentimiento es sentirnos como el perro en la autopista; como una tortuga con prisa; como una monja en un burdel. Como un borracho en el desierto, como una princesa en el metro; como un reo sin voz. Como una navidad sin techo; como un delfín en el mar muerto; como la lagrima que moja tu colchón. Como el corazón del rico; como el bolsillo del mendigo; como los besos de alquiler. Como una noche sin abrigo; como un domingo por la tarde; como las balas por el aire; como el puto despertador. Un sentimiento es llegar a pensar que tus hechos han sido una pérdida de tiempo. Un sentimiento es decir  con el tiempo, con el crecimiento, con la involución de la sociedad, con el desamor, con la muerte..."palabras perdidas..."

                                                                                                                                                               LVB