lunes, 25 de febrero de 2013

Palabras perdidas, dinero perdido, hogar perdido


Tiene frío, mucho frío. La temperatura de su cuerpo es gélida. Su mirada… perdida, quizás pretendía que los bricks de vino calentasen su sangre. Pero,sin embargo, sólo ha llegado a sus ojos esa intención, la pretensión de olvidar su día a día, su tiritar, su olor…Su olor ya no se llama aroma, se apellida hedor. ¿El nombre de su perfume? “Eau de vino y suciedad”.  Sobre sus piernas descansa un perro sucio, no tanto como él, que come los pequeños trocitos de pan de la mano de Hedor...  

Los que estamos con un ordenador entre las manos en estos momentos podemos decir que somos bienaventurados.  

Hoy te has levantado de tu cama, caliente por la calefacción, te has duchado con agua caliente. Te secas con la toalla, te arrancas la etiqueta de tu nuevo jersey, te vistes. Posteriormente, acudes a la cocina dónde tomas un cortado templado y mojas el croissant. Sales. Coges las llaves del coche o la tarjeta del bus y cierras la puerta.  Montas en el vehículo y, qué suerte, te diriges hacia el trabajo o a la universidad. Echas allí toda la mañana quejándote. Al mediodía comes y tienes el valor y la desfachatez de no acabarte todo lo que había en el plato (si te viese Christian Grey ten por seguro que te azotaría por no haber comido todo que se presentó ante ti). A la tarde trabajas, ves la tele, vas de compras. Vuelves, cenas. De nuevo dejas lo que no quieres en el cuenco. Ves la tele, follas con tu pareja, folla-amigo o desconocido y duermes hasta la mañana siguiente.

 Pobre, tu vida es aburrida y monótona.  “Ojala pudiese levantarme, asomarme a la ventana y ver Nueva York desde lo alto de un rascacielos; ojala pudiese comer todos los días langosta,nécoras y bogavante del norte;  ojala no fuese hoy lunes y tuviese que trabajar; ojala me hubiese comprado otra camiseta porque esta me hace pocas tetas; ojala hubiese otra cosa que comer ya que detesto las espinacas; ojala pudiese comprarme un BMW serie 4 Coupé” (que pena que Christian Grey no fuese tu novio y no te regale un Audi A3  y venda ese Escarabajo asqueroso). Eso es todo lo que pensamos a lo largo del día, todo lo que hacemos y sinceramente, me avergüenzo de mi misma por realizar todas esas acciones y tener esas ideas tan capitalistas y egoístas. Quién lo niegue, está mintiendo. Puedes ser María Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, una especie de “misionero”, pero tristemente sólo por unos minutos a lo largo de tu codiciosa y ambiciosa vida.

Contaré tu día observado desde otro punto de vista. Tras montar en el vehículo, ya sea bus o coche, y encaminas la dirección de tu cuerpo a su destino podrás advertir por el cristal de la ventanilla que hay una mujer que busca algo en un contenedor acompañada de un carrito y un niño sucio,que apenas está abrigado  en pleno  invierno, que la acompaña. Unos metros más adelante, contempla lo que está sucediendo a tu izquierda: un grupo de gente con esa colonia llamada “Hedor” se reúne alrededor de una marquesina y beben bricks de vino mientras discuten acerca de quién dormirá hoy en aquel albergue.  Cuando llegas a tu destino, bajas y ves a un señor al que le falta una pierna suplicando un pequeño aguinaldo, quizás la décima parte de lo que te gastaste en esas innecesarias Vans las utilizaría él mejor en algo llamado alimentos, quizás te suene. Continúas sin darle nada “ya le dará otro”. Sales. Acudes al supermercado. Allí te encuentras a la típica señora con  pañuelo en la cabeza y una foto de sus tres hijos “Soy extrajera. Tengo una familia y no tengo trabajo. Una ayuda por favor”. Piensas “¡qué cuentista! En vez de estar aquí podría estar buscando un empleo”. Pues bien, no todo el mundo corre la misma suerte que tú. Hoy estás en tu casa, leyendo esto mientras tu cuerpo es rodeado por el calor de la calefacción y la lluvia la ves pero no la sientes sobre tu pelo caer.  Quizás mañana estés en la calle, acompañado de una maleta, una mochila, un perro y un brick de vino.

Es increíble como en esta sociedad en la que estamos inmersos nadie mueva un dedo por ayudar a esas personas.  Me siento abatida cada vez que espero por el bus en una marquesina para ir al centro comercial a comprar algo nuevo (e innecesario) y a mi vera se hallan un montón de personas ebrias, intentando olvidar las penas con alcohol, pasando frío, arropándose con un cartón. Contemplo, y en el momento en el que prefieren compartir su comida con los demás o con su mascota, entonces no logro eludir las ganas de que mis ojos se inunden de un brillo apagado, casi como el que ellos muestran cuando me miran. No puedo evitar entornar los ojos, librarme de que mi garganta se anude como mis zapatillas y que mi cabeza se culpe por todo lo que hago de forma codiciosa. Todo esto me abruma. Miro a cada uno de ellos.

El más cercano a mí parece sentirse incómodo, como si fuese algo nuevo para él. Probablemente, con la crisis, se haya quedado primero sin trabajo y después sin casa. Está relativamente limpio aún, sus gafas un poco sucias y puedo leer “Ray-Ban”en una de sus patillas. Ese chico lo tuvo todo como yo, como tú, y ahora mira dónde está. Lleva dos maletas de marca, bastante grandes, una mochila y un perro. Va bien vestido. ¿Dónde está su familia? ¿Quizás estén como él en otra marquesina? Tan sólo la idea de pensarlo me vence por completo. Ese chico hace un par de meses estaba como yo y yo sólo hago gastar en cosas innecesarias y quejarme de lo que como.

Los dos que lo siguen llevan una indumentaria más desaseada, uno lleva mochila y el otro un brick de vino y una empanadilla. Sus miradas están consumidas, ayudadas también por los porros en los que se han gastado el poco dinero que tenían y a saber que otras substancias más habitan en su cuerpo. Comparten la empanadilla. Un señor corpulento y bajito lleva un palo y les pide con un tono amenazador la empanadilla, se niegan y comienzan a discutir. Siento mucha pena de que estén disputando por un trozo de comida y siento muchísima aflicción porque no se les pueda entender ya ni lo que hablan… El chico Ray-Ban se fue. Sólo quedan ellos tres. Una  mujer de unos 30 años, demasiado delgada, con la cara chupada  se detiene al lado con su perro “Hijos de puta. Dadle de jalar a mi perro que se muere de hambre. Mi vida es una mierda, mi vida está perdida, mi chollo perdido y mis palabras, con el mazo fumao que traigo, están perdidas”.

Quizás algún día tus nuevas Vans, la nueva camiseta, el Iphone se conviertan en dinero perdido, quizás hables recuerdes tu empleo como trabajo perdido, tu casita con calefacción un hogar perdido y las palabras de “que afortunado soy” también pasen a ser palabras perdidas.