A la gente le gusta sentir. Sea lo que sea. Una vez escribió
Virginia Woolf. ¿Cómo vamos a desear sentir en abstracto, cuando sabemos que
algunos sentimientos son terribles, crueles, perversos o insoportables? Pues
así es. Nos morimos de amor, nos morimos de pena, nos morimos de miedo, nos
morimos de aburrimiento, y, a pesar de la eficacia letal de nuestros afectos,
la anestesia afectiva nos da pavor. Somos inteligencias emocionales. Nada nos
interesa más que los sentimientos, porque en ellos consiste la felicidad o la
desdicha. No sirve de nada decir que lo que más te importa son tus seres
queridos, en realidad no te importan ellos, te importan los sentimientos hacia
ellos. No importa que digas “para mi lo más importante es el dinero”; en
realidad tienes un sentimiento de avaricia. Actuamos para mantener un estado de
ánimo, para cambiarlo, para conseguirlo. Son lo más íntimo a nosotros y lo más
ajeno. No sentimos lo que querríamos sentir. Somos depresivos cuando
quisiéramos ser alegres. Nos reconcomen las envidias, los miedos, los celos, la
desesperanza. Desearíamos ser generosos, valientes, tener sentido del humor,
vivir amores intensos, librarnos del aburrimiento, plantar cara a lo que temes,... pero nos zarandean emociones
imprevistas o indeseadas. Incluso un sentimiento tan tranquilo como la calma,
nos «invade». Se apiada de nosotros el rencor y nos nubla. No logramos
sobrellevarlo. La melancolía, el enfado, o simplemente el amor. Otras veces,
camuflamos los sentimientos como lo haría un camaleón para sobrevivir, nos engañamos hablando de una sensación cuando en realidad experimentamos la más antagónica
posible. A veces se apiada de nosotros la ira y el dolor y nos conduce por una
carretera despoblada con baches y curvas. En otras ocasiones la alegría se
desborda de nuestro embalse, creemos gozar de la felicidad suprema y quizás, en
vez de vivir en la misma ciudad de siempre y con la misma gente, fantaseamos
estar en Hollywood. Hasta podemos enamorarnos.Es inverosímil. De la vida, de las personas, del trabajo. Y ahora me
pregunto yo, hay algún momento en la vida que no se sienta algo? Somos, como
diría Antonio Lobato de Kimi Räikkönen, ¿amebas insensibles? En realidad la
insensibilidad se podría definir como un sentimiento, a si que es mejor emplear
otra expresión, pero, ¿es posible realizar una pregunta acerca de si una
persona alguna vez no ha sentido sin emplear el campo semántico de
“sentimiento”? Un sentimiento es la alegría, la tristeza, el dolor, el amor, el
interés material, el desinterés material. Un sentimiento es sentirnos como el
perro en la autopista; como una tortuga con prisa; como una monja en un burdel.
Como un borracho en el desierto, como una princesa en el metro; como un reo sin
voz. Como una navidad sin techo; como un delfín en el mar muerto; como la
lagrima que moja tu colchón. Como el corazón del rico; como el bolsillo del
mendigo; como los besos de alquiler. Como una noche sin abrigo; como un domingo
por la tarde; como las balas por el aire; como el puto despertador. Un sentimiento es llegar a pensar que tus hechos han sido una pérdida de tiempo. Un sentimiento es decir con el tiempo, con el crecimiento, con la involución de la sociedad, con el desamor, con la muerte..."palabras perdidas..."
LVB