viernes, 22 de febrero de 2013

Palabras perdidas

...escribir. Borrar. Volver a escribir y borrar hasta llegar a borrar. Lo que no se puede borrar son los cortes del río rojo, ni los cortes de la cáscara que envuelve la mesura de la patata. Los presos reinciden y en la prisión encuentran la soledad donde observan en ese lado del espacio la lluvia caer...


A la gente le gusta sentir. Sea lo que sea. Una vez escribió Virginia Woolf. ¿Cómo vamos a desear sentir en abstracto, cuando sabemos que algunos sentimientos son terribles, crueles, perversos o insoportables? Pues así es. Nos morimos de amor, nos morimos de pena, nos morimos de miedo, nos morimos de aburrimiento, y, a pesar de la eficacia letal de nuestros afectos, la anestesia afectiva nos da pavor. Somos inteligencias emocionales. Nada nos interesa más que los sentimientos, porque en ellos consiste la felicidad o la desdicha. No sirve de nada decir que lo que más te importa son tus seres queridos, en realidad no te importan ellos, te importan los sentimientos hacia ellos. No importa que digas “para mi lo más importante es el dinero”; en realidad tienes un sentimiento de avaricia. Actuamos para mantener un estado de ánimo, para cambiarlo, para conseguirlo. Son lo más íntimo a nosotros y lo más ajeno. No sentimos lo que querríamos sentir. Somos depresivos cuando quisiéramos ser alegres. Nos reconcomen las envidias, los miedos, los celos, la desesperanza. Desearíamos ser generosos, valientes, tener sentido del humor, vivir amores intensos, librarnos del aburrimiento, plantar cara a lo que temes,... pero nos zarandean emociones imprevistas o indeseadas. Incluso un sentimiento tan tranquilo como la calma, nos «invade». Se apiada de nosotros el rencor y nos nubla. No logramos sobrellevarlo. La melancolía, el enfado, o simplemente el amor. Otras veces, camuflamos los sentimientos como lo haría un camaleón para sobrevivir, nos engañamos hablando de  una sensación cuando en realidad experimentamos la más antagónica posible. A veces se apiada de nosotros la ira y el dolor y nos conduce por una carretera despoblada con baches y curvas. En otras ocasiones la alegría se desborda de nuestro embalse, creemos gozar de la felicidad suprema y quizás, en vez de vivir en la misma ciudad de siempre y con la misma gente, fantaseamos estar en Hollywood. Hasta podemos enamorarnos.Es inverosímil. De la vida, de las personas, del trabajo. Y ahora me pregunto yo, hay algún momento en la vida que no se sienta algo? Somos, como diría Antonio Lobato de Kimi Räikkönen, ¿amebas insensibles? En realidad la insensibilidad se podría definir como un sentimiento, a si que es mejor emplear otra expresión, pero, ¿es posible realizar una pregunta acerca de si una persona alguna vez no ha sentido sin emplear el campo semántico de “sentimiento”? Un sentimiento es la alegría, la tristeza, el dolor, el amor, el interés material, el desinterés material. Un sentimiento es sentirnos como el perro en la autopista; como una tortuga con prisa; como una monja en un burdel. Como un borracho en el desierto, como una princesa en el metro; como un reo sin voz. Como una navidad sin techo; como un delfín en el mar muerto; como la lagrima que moja tu colchón. Como el corazón del rico; como el bolsillo del mendigo; como los besos de alquiler. Como una noche sin abrigo; como un domingo por la tarde; como las balas por el aire; como el puto despertador. Un sentimiento es llegar a pensar que tus hechos han sido una pérdida de tiempo. Un sentimiento es decir  con el tiempo, con el crecimiento, con la involución de la sociedad, con el desamor, con la muerte..."palabras perdidas..."

                                                                                                                                                               LVB