martes, 19 de noviembre de 2013

Ni Dorian ni Hyde

Nadie podrá ser Dorian Gray eternamente. Ni tampoco María Teresa de Calcuta...

Con el tiempo mis cabellos serán la nieve que recubre los Alpes, mi racionalidad un tubo de escape, mi tenacidad plastilina oxidada,... Mis pensamientos ya son negros y mis sueños están gastados como mis vaqueros. Mi memoria está saturada, necesita ser desfragmentada como el disco duro de mi portátil. Las vísceras que impulsan la sangre por mi cuerpo son hierro puro. Mi yo derribó sin piedad a soldaditos de plomo que quisieron batallar y a ese par de pequeñas figuritas que no quise abatir no les interesaba argüir o eso creo. Pero y qué más dará? Tanto tiene que la gente quiera ser el pobre y desgraciado Patito Feo del cuento o la buena e inocente Cenicienta y tú seas la malvada madre de Patito feo o la horrible y cruel madrastra de la Cenicienta. ¿Qué más dará?. Qué importa si eres Mister Hyde, un monstruo al que nada le conmueve. No lo apena herir a la gente, destrozar los muebles,... Ser como las brujas de la magnífica obra de Shakespeare, Macbeth. Los Doce hombres sin piedad de Sidney Lumet. La mujer de piedra sin acabar de Bécquer o la viciosa Melibea. ¿Y qué más dará? No importa que sobre el espejo se refleje la imagen de una serpiente o de una sanguijuela. En toda película a cada actor se le atribuye un rol que debe interpretar mas puede sentirse o no identificado. Hay quién representa al chico perfecto: inteligente, bueno, rico y sexy. También encontramos el papel de chica inteligente, guapa, sensible,... como Joey de la olvidada Dawson Creek. El chico que suspende, viste de negro y pasa de todo. La típica sufridora y que ayuda a todo el mundo, como Belén Rueda en Mar adentro. El chulo potente del grupo que salva al mundo gracias a sus magníficos músculos, como James Bond. El mundialmente conocido como: friky, como los de Di que si. La niña rica que va de mosquita muerta como Elizabeth Swann. Algunos actores quizás sean así en su vida, otros no. Lo que pretendo expresar y arrancar como el catarro que tengo en mi garganta ahora mismo es que desarrollar el rol de un personaje “no bueno” no incomoda. ¿Qué más dará? Todo el mundo elige los papeles protagonistas de los héroes o de los que causan pena y van de víctimas, pero a mi no me importa ser un antihéroe, ser el Duende Verde, el doctor Octopus, Sempronio, Mister Hyde y no Spiderman, Mary Jane, Marianela, Rose Dewitt,...¿Qué más dará? No me desagrada interpretar el papel de alguien que es tan difícil de conocer como complicado es analizar la filosofía. Me atrae la idea de ser como Juana la loca desde el momento en el que su hija pequeña la abandonó. ¿Qué más dará? Qué más dará aparentar estar chalada y bajo la imagen de una delgada y frágil silueta. ¿Qué importa? ¿Qué más dará? Qué importa que en el fondo esté tan consumida como la colilla de un cigarro que lleva tiempo sin ser fumado, que no pueda conciliar el sueño y cuando lo consigo sólo me sumerjo en los dos mismos sueños de todas las noches que me llevan a pensar en el cuento del Soldadito de plomo del que hablé al principio. Es el papel que me tocó interpretar!
Hay un cuadro de Van Gogh que me impresionó cuando aún mis dientes no estaban maduros. Sobre los lienzos se ve la calle estrecha de una ciudad. Solitaria. Las sombras caen con un ángulo de setenta grados sobre el suelo. Al fondo, un hierro apoyado sobre una pared. La oscuridad lo impide contemplar con claridad pero yo diría que estaba oxidado. ¿Por qué añadió un hierro a una obra que pretende mostrar la soledad de la noche? ¿Por qué esa disposición? ¿Por qué esos ángulos? Sólo yo sé lo que quiero decir con esto y realmente después de años he descubierto porqué ese metal ahí.
Cuando tenía ocho años encontré entre los libros un fragmento de Bécquer, de una obra que jamás pudo acabar porque murió. Desde entonces lo continúo recordando:

“Si pintara paisajes, los pintaría sin figuras. Me gustan las ideas peregrinas que resbalan sin dejar huella por las inteligencias de los hombres positivistas, como una gota de agua sobre un tablero de mármol. En las ciudades que visito busco las calles estrechas y solitarias: en los edificios que recorro los rincones oscuros y los ángulos de los patios interiores donde crece la yerba, y la humedad enriquece con sus manchas de color verdoso la tostada tinta del muro; en las mujeres que me causan impresión, algo de misterioso que creo traslucir confusamente en el fondo de sus pupilas, como el resplandor incierto de una lámpara que arde ignorada en el santuario de su corazón, sin que nadie sospeche su existencia; hasta en las flores de un mismo arbusto creo encontrar algo de más pudoroso y excitante en la que se esconde entre las hojas y allí, oculta, llena de perfume el aire sin que la profanen las miradas. Encuentro en todo ello algo de la virginidad de los sentimientos y de las cosas.
Esta pronunciada afición degenera a veces en extravagancia y sólo teniéndola en cuenta podrá comprenderse la historia que voy a referir.”
Cada uno tiene un papel que debe interpretar. Cuando sales al escenario o te pones ante las cámaras todo el mundo verá ese personaje, no te verá a ti. Si en ese momento te acompañan al espejo verán a esa serpiente, perro, caballo, gallo,... lo que quieras mostrar, pero en el momento en el que sólo el silencio de un cuarto vacío te acompañe ahí será cuando tú puedas verte en realidad: como todo el mundo te ve o como únicamente tú. Serpiente o hormiga. León o galina.